25 de septiembre de 2014

Si te atreves a volar

Con las alas abiertas
me lancé de la cima
de mis derrotas y sufrimientos.
Pronto me elevé
sobre el tormentoso cielo
y hallé un firmamento brillante
de soles lejanos y caminos nuevos.
Me encontré con esta sangre
que se arremolina y palpita dentro;
descubrí el amor propio,
el espacio infinito
y a esta mujer 
frágil como olvido,
resistente como el recuerdo,
cambiante como los vientos.
Como una fuerza de la naturaleza
de las sombras emerjo
y con mi luz inundo los campos tristes
para que florezcan de nuevo.


Victoria Montes

24 de septiembre de 2014

Réquiem para un amor edición digital descarga gratuita

Hoy quiero compartir con ustedes mi poemario Réquiem para un amor en versión digital. Este es un regalo para todos aquellos que siguen el blog desde hace tiempo, para los que se acercan de vez en cuando y también para los que por primera vez vienen a leer mis lineas. Gracias por comentar y compartir mis textos y alentarme a seguir en este camino que hago con tanta pasión.
Aquí les dejo el link de descarga y una breve presentación del libro. Espero que disfruten de estos poemas tanto como yo disfruté el proceso creativo.

Aquí pueden descargar el libro completo en formato pdf.
Réquiem para un amor.pdf




19 de septiembre de 2014

Nueva publicación La Nubecita Septiembre

Los invito a leer el nuevo número de la revista La Nubecita donde pueden leer uno de mis poemas. Que la disfruten

Publicación Factum edición Septiembre

Los invito a leer el número 14 de la revista Factum en la cual tuve el agrado de participar con mi relato "Familia de colección". Espero la disfruten

18 de septiembre de 2014

La hora maldita

El poeta busca la palabra
que hasta la madrugada
ha decidido ser ausencia.
En una ventana despierta,
una amante que nadie ama
llora sobre los recuerdos
de una falsa promesa.
En la cama del hospital
alguien está muriendo
y ya no quedan excusas
para engañar al tiempo.
La noche se apaga
cuando el sol va naciendo,
la hora de muerte se declara,
la dama al fin duerme
sobre lágrimas frescas, 
la palabra se escribe
sobre la hoja revuelta.

Victoria Montes

14 de septiembre de 2014

Llueve en septiembre

Llueven colores
y se enredan en tu pelo,
resbalando por la piel
van cubriéndote los miedos.

Llueven canciones
desde tu profundo cielo,
despertando al niño
que llevas dentro.

Llueven las palabras
que callaste con el tiempo,
se quiebran contra el suelo
donde florecen nuevos sueños.

Llueve olvido
y se lleva los recuerdos,
sin los restos del pasado
el presente se hace eterno.

Llueve el último llanto
y arrastra por el fango
las viejas sombras
que ayer te escondieron.

Llueve un arcoíris
infinito sobre tu cuerpo
y de amor universal
te va encendiendo.

Victoria Montes

11 de septiembre de 2014

Tu presencia

Me estoy ahogando.
Por dentro,
tus raíces siguen creciendo.
Cada día que pasa
se nutren de mis recuerdos.

Han bebido de mi alma.
Enredadas en el corazón
estrujaron mis pulmones
y enraizadas en la angustia
me siguen consumiendo.

En vano intento arrancarlas,
como la mala hierba
continúan apareciendo.
Se anudan en mi garganta
y ya no puedo decir lo que siento.

Tus raíces se extienden 
por todo mi cuerpo.
No puedo moverme, 
Mis piernas se niegan
a dar un paso más.

En tu árbol me estoy convirtiendo.
Llevo cicatrices de promesas de amor
que con el tiempo no se cumplieron.
Me acaricia el viento y todo se lo lleva.
Siento que me seco.



Victoria Montes

4 de septiembre de 2014

Socialmente correcto

Se van olvidando de lo importante
se cortan las uñas, se arreglan el pelo
sin ver en el espejo el alma apaleada,
abofeteada por los años de olvido, 
extranjera en su propio cuerpo.

Salen a la calle vistiendo perfectos,
apurados, seguros, sin ninguna convicción.
Simulando ser dueños de la tierra que pisan,
del aire que respiran, de las horas que gastan,
de las palabras que repiten para ocultar el temor.

Cuando ven en la esquina a un niño sonriendo
se muerden de envidia, le matan los sueños,
se aseguran de dejarles en claro que la vida no es juego;
porque les es más fácil hundir a los otros
que atreverse a salir del bonito cajón.

Cuando sobre ellos la tapa se cierre y les llueva la tierra
tendrán egoístas la eternidad para lamentarse
por lo que no dijeron y lo que fingieron no escuchar,
porque no se atrevieron a creer en sí mismos,
porque eligieron el camino más fácil: el de no luchar.



Victoria Montes

1 de septiembre de 2014

Perdiendo el control

Hora del té, Danila llena dos tazas. Mientras sostiene la tetera su pulgar derecho se suelta y cae sobre la mesa, lo toma con la mano izquierda y lo vuelve a colocar en su lugar. Diez minutos pasaron de las cinco, el té se enfría y Ramiro no llega; Danila se impacienta, camina por el pasillo donde la luz del sol resbala desde el balcón pintándole las piernas; el tobillo se suelta y el pie cae de lado haciéndola perder el equilibrio. Se sienta sobre la alfombra, toma el pie ambas manos y lo ajusta con fuerza. El teléfono suena, Danila se incorpora y tras dar dos pasos atiende; la voz de Ramiro que llega, no vuelve hasta tarde, tiene que trabajar horas extras. El tubo baja lento con la oreja de Danila pegada al auricular, la ha perdido y no se ha dado cuenta. Una lágrima cae sobre la mesa ratona junto al teléfono, la recoge y la empuja contra su ojo volviéndola dentro, pero la gota regresa y con ella otra y otra hasta convertirse en cientos. Danila las recolecta como si fuesen pequeños cristales, luego pone la mano como un cuenco en el borde de la mesa y con la otra recorre la superficie de madera, junta todas las lágrimas las mete en su boca y las traga, recorren su garganta como veneno. Ramiro con otra mujer, amándose en un cuarto de hotel, mintiéndole de nuevo. El té perdió el vapor, Danila se sienta en el sillón frente a la puerta y espera, la piel se le reseca, se descascara como pintura vieja, ella junta los pedacitos y se va recomponiendo. 
Son las ocho y veinte, Danila descansa con los ojos cerrados cubiertos de gotas como perlas; Ramiro abre la puerta y al verla agacha la cabeza, nada para decirle que cubra la pena. Danila se para en silencio, una lluvia de lágrimas toca el suelo; el corazón entre la piel faltante se abre paso y cae al suelo quebrándose en fragmentos, los diminutos pedazos se pierden entre las hendijas del piso de madera. Danila se arrodilla, intenta hallar las partes para armar su corazón de nuevo, está hecho polvo, no tiene arreglo.


Victoria Montes