27 de noviembre de 2013

Caos


Las sombras
se anudan,
en el alma vieja.
Vuelve la angustia,
el deseo de cambiar la piel.
Tan solo esperar
que las emociones
amainen,
y dejen de golpearme,
como rayos
en la tormenta.

Los colores
se van apagando,
sobre la noche,
que se hace eterna.
El amor
sigue pendiendo del hilo
que cruza tu boca,
la mía,
la de ella.

20 de noviembre de 2013

La visita

Nos veían pasar como si fuésemos intrusos, algo de razón tenían, era su casa, morada de muchos, en particular de aquel que íbamos a visitar. Los nichos rodeaban todo el cementerio convirtiéndolo en una triste caja de cemento. Los mausoleos se ubicaban tras la imponente fachada blanca que escondía la vejez derruida del lugar. En el parque central las tumbas se apilaban unas contra otras, los antiguos caminos estaban ahora ocupados por fosas nuevas, había que pasar entre las divisiones de las parcelas; ya no había más lugar y la gente seguía muriendo. Se asimilaba a la ciudad de los vivos, la posición social parecía seguir existiendo; los más viejos y olvidados por sus familias estaban siendo removidos de la tierra para ser reemplazados por cadáveres frescos, exiliados de su último reposo se apiñaban bajo el arco de la entrada, mendigos de la muerte. El sector de los mausoleos era como un barrio privado, los hombres se turnaban para controlar que ningún alma extraviada les ocupara el espacio, hablaban entre ellos en un círculo cerrado, sólo desviaban la mirada cuando un visitante llegaba; como esa mujer perteneciente a la familia Medina que nos miró con desaprobación y desagrado, como si nuestra presencia le dañara la vista.

15 de noviembre de 2013

Mar adentro

Estoy moviendo las manos
pero ya no las siento,
porque este deseo
me recorre como brisa de madrugada,
tocándome los rincones,
despertando las sombras
que he guardado con esmero.

Porque hoy la vida me está doliendo,
sabiéndome a muerte
y a desengaño.
Quisiera pintarme una sonrisa,
pero las luces no llegan,
me estoy quedando en la otra orilla
sin barca que me devuelva.

7 de noviembre de 2013

Atrapado

Los árboles eran una postal, la suave brisa acariciaba las hojas en una tarde de octubre con calor de verano. Isaías y Rosario caminaban por el parque sobre el sendero de tierra que llegaba hasta la cima del cerro. Sólo se oía el canto de algunos pájaros y el ruido de las pequeñas piedras bajo sus zapatos, era un día ideal a excepción de las babas del diablo que volaban en sentido opuesto y se les enredaban en los brazos.

–¡Esto es perfecto! -dijo Rosario- vos y yo, podría vivir así, sin nada más.

–Sí que lo es -respondió Isaías incómodo, sabía que la conversación iba a decantar en el mismo lugar de siempre.